Sé perfectamente que la mayoría de vosotros cerrará la
ventana al ver tanto cúmulo de palabras escritas por un don nadie, pero
sinceramente, hoy todo me da igual. Necesito expresarme, liberarme, dejar
plasmado en letras todo lo que tengo guardado; y lo voy a hacer.
Hoy es uno de esos días en el que el tiempo me juega
una mala pasada. Las semanas me resultan monótonas, y por lo cual, tengo
demasiado para pensar. Cada segundo es un mar de sensaciones que navegan por mi
cabeza sin un puerto en el que parar. Me siento superado por situaciones que ni
en mis peores pesadillas pude imaginar, y mucho menos predecir. Me pongo a
prueba y me examino a mí mismo, como si de un libro abierto se tratase. El
problema, ese gran problema del que os hablo, es que aun habiendo gran cantidad
de páginas en blanco en ese maldito libro, las pocas que andan escritas están
llenas de tachones, borrones y de más fallos. Podría usar la universal excusa
de “Soy persona, y por lo cual me equivoco”. Pero después de todo el camino que
llevo a mis espaldas, eso ya no me vale.
He tenido en mi mano oportunidades que muchos otros
hubiesen aprovechado sin pensárselo dos veces, y yo, como inútil que soy,
cometí ese error, pensar. Siempre pensar…
Ahora, la vida me brinda nuevas luces, amaneceres de
historia. Esta vez no puedo permitirme el lujo de “pensar”. Ahora me toca a mí.
Tengo que actuar, aunque me vaya la vida en ello. Torres más altas han caído,
pero ya me da igual todo. Miro mis rodillas y me doy cuenta de que están llenas
de heridas, prueba viva de las veces que me agaché y no pude, o no quise,
levantarme. Ahora no sólo voy a ponerme en pié, sino que voy a correr hacia mi
objetivo, contra viento, contra marea, y contra lo que haga falta.
Voy a luchar, porque así lo siento, porque así me
enseñaron, y porque mi felicidad radica en ello.
No me preguntes cómo creo que terminará todo esto, ni
yo mismo lo sé. Por favor, si estás leyendo mis palabras, quiero que sepas que
mi lucha eres tú. Cada atardecer, cada gota de rocío, cada sonrisa, cada abrazo…
Es por ti.
No lo dudes ni un segundo, y haz que todo sea más
fácil. Yo estaré aquí esperando, ya sabes dónde, rezando para que por lo menos
una vez, un instante, pueda amanecer a tu lado, y decir esas tres palabras que
he sembrado en cada uno de mis sueños… “¡Buenos días Princesa!”.